mayo 23, 2012

Pensaba que viajando lograría que el tiempo avanzara con menos rapidez

Afiche de la película de George Cukor (1972) basada en la novela

–    Cuánto has viajado en tus tiempos, tía Augusta...
–    Todavía no he llegado al ocaso -dijo-. Si tuviera un compañero, partiría mañana mismo. Pero ya no puedo levantar una maleta pesada. Y en estos días los porteadores escasean terriblemente. Ya lo habrás advertido en la estación Victoria.
–    Algún día podríamos seguir con nuestras excursiones al mar. Recuerdo que hace muchos años visité Weymouth. En el muelle había una estatua verde de Jorge III, muy bonita.
–    He reservado dos camas para dentro de una semana en el Orient Express.

La miré perplejo:
–    ¿Adónde piensas ir? -pregunté
–    A Estambul, por supuesto.
–    Pero el viaje dura días...
–    Tres noches, para ser más exactos.
–    Si quieres ir a Estambul, ¿no sería más fácil y menos caro tomar un avión?
–    Sólo cojo aviones cuando no hay otro medio de transporte.
–    No es nada peligroso.
–    No es una cuestión de nervios, sino de elección -dijo tía Augusta-. En una época conocí muy bien a Wilbur Wright. Me llevó con él en varios viajes. Siempre me sentí muy segura en sus artefactos. Pero no aguanto oír sin cesar esos impertinentes altavoces. En las estaciones de tren no me molestan... Los aeropuertos siempre me recuerdan a un campo de concentración.
–    Si piensas en mí como acompañante...
–    Claro que lo pienso, Henry.
–    Lo siento tía Augusta. Pero el sueldo de un gerente de banco no es muy generoso.
–    Por supuesto, correré con todos los gastos. Sírveme otro vaso de vino, Henry. Es excelente.
–    No estoy muy acostumbrado a viajar al extranjero. Me encontrarás muy…
–    Te acostumbrarás enseguida, junto a mí. Los Polling siempre han viajado mucho. Creo que me contagié de tu padre.
–    Me cuesta creerlo. Nunca viajó más allá de Central London.
–    Viajó de una mujer a otra, Henry, durante su vida entera. Lo cual viene a ser lo mismo. Nuevos paisajes, nuevas aduanas. La acumulación de recuerdos. Una vida larga no depende de los años. Un hombre sin recuerdos puede llegar a los cien años y sentir que su vida ha sido muy corta. Tu padre me dijo una vez: “La primera muchacha con quien me acosté se llamaba Rose. Debido a una extraña coincidencia, trabajaba en una floristería. Parece que fue hace un siglo”. (…)
–    Algún día me hablarás de tus mujeres. En el Orient tendremos mucho tiempo para conversar. Pero ahora quiero que hablemos del tío Jo. Era un caso muy extraño. Hizo bastante fortuna como corredor de apuestas. Pero su única ambición verdadera era viajar. Quizás el hecho de tener que ver siempre a los caballos corriendo, mientras él se quedaba sin moverse sobre una pequeña plataforma, con un cartel que anunciaba al HONESTO JO PULLING, acabó por quitarle el sosiego. Solía decir que una carrera se confundía con la otra y que la vida pasaba tan rápido como un potro joven salido de Indian Queen. Quería detener la vida y pensaba, con razón, que viajando lograría que el tiempo avanzara con menos rapidez. Supongo que tú lo habrás experimentado, en los días de fiesta. Si te quedas en un solo lugar, el día de fiesta pasa como un relámpago. Pero si vas a tres lugares, parece durar por lo menos tres veces más.
–    ¿Por eso has viajado tanto, tía Augusta?
–    Al principio viajaba para ganarme la vida -contestó tía Augusta-. Eso fue en Italia. Después de París, después de Brighton. Me fui de casa antes de que tú nacieras. (…)

Extraido de Viajes con mi tía (1969) de Graham Greene

No hay comentarios:

Publicar un comentario